Un ejemplo de vida, mérito sin alardes
Dra. Silvia Moreno de Contartese
La vida del doctor Cardini estuvo íntimamente ligada a los comienzos de la ciencia bioquímica en Argentina y particularmente a los orígenes del Instituto de Investigaciones Bioquímicas Fundación Campomar, actualmente Fundación Instituto Leloir. Es en su honor que nuestra biblioteca, la más completa del país en el rubro de bioquímica, lleva el nombre de quien fuera vicedirector de nuestro instituto por más de 30 años.
Era brillante, tenaz, estudioso, tenía espíritu de admiración y asombro ante los misterios de la naturaleza aún no resueltos, espíritu que se contagiaba en mayor o menor grado a sus colaboradores. Cardini fue y es un paradigma de la investigación y la docencia. He tenido el privilegio de trabajar con él durante 13 años y la imagen que recordamos quienes lo conocimos nos muestra a un ser humano de gran sensibilidad, cualidad que no suele verse a menudo. Profundamente introvertido, detrás de una imagen que infundía respeto ocultaba una generosidad y humildad sin límites. “El Doctor Cardini no sólo facilitaba la investigación de los miembros de su grupo, sino que facilitaba la investigación de cientos de otros investigadores, de forma tan silente que la mayoría de los beneficiados ni siquiera se dieron cuenta de ello. Eso es generosidad”, recuerda otra colega y colaboradora, la doctora Mirta Sivak.
Pasaba largas horas en silencio leyendo o trabajando con sus tubos de ensayo, sin embargo, nunca dejó de escuchar y dar palabras de aliento a quienes las necesitaran. Recuerdo esa mirada profunda por sobre los anteojos, observando atentamente a su interlocutor, reflexionaba un momento en silencio y al final sonreía y brindaba su gran sabiduría de vida. Representaba la imagen de Saint Exupery que tenía en su escritorio, a cuyo pie dice: “no se ve nada, no se oye nada y sin embargo algo resplandece en el silencio”.
El doctor Cardini se graduó de Farmacéutico en la Universidad de Buenos Aires en 1933 con medalla de oro, y de doctor en Bioquímica en 1935 con diploma de honor por la Universidad de Buenos Aires. Desde 1938 se desempeñó como profesor distinguido de Química Orgánica y Biológica en la Universidad de Tucumán. Por ocho años luchó para formar laboratorios, dirigió investigaciones y sentó las bases para una enseñanza basada en ideas originales, trajo profesores prestigiosos del exterior y armó una moderna biblioteca. Su distinguida labor en la investigación científica y su importante papel en la biosíntesis de los hidratos de carbono comenzó cuando se incorporó, a comienzos de 1947, al Instituto de Biología y Medicina Experimental liderado por el doctor Bernardo Houssay, en el grupo dirigido por el doctor Luis F. Leloir e integrado por los doctores Ranwell Caputto y Raúl Truco.
Un 7 de noviembre de 1947, a pocos días de que le otorgaran el Premio Nobel de Medicina a Bernardo Houssay, se inauguró el Instituto de Investigaciones Bioquímicas Fundación Campomar. El responsable de orientar el mecenazgo del industrial Jaime Campomar fue el doctor Cardini, se instalaron los primeros laboratorios, se adquirieron instrumentos y se pagaron algunos sueldos. Dando muestras de humildad no sólo no exigió ningún tipo de privilegios por ser cuñado de Campomar sino que guardó celosamente los hechos, que pasaron desapercibidos durante muchos años.
Participó activamente en las investigaciones comenzadas en 1946 en relación con la biosíntesis de oligosacáridos y polisacáridos, que culminaron con una serie de importantes descubrimientos que le valieron al doctor Leloir el Premio Nobel de Química en 1970. Se estudió la degradación del azúcar de la leche, la lactosa, por la levadura Saccharomyces, encontrándose un cofactor necesario para la transformación de la galactosa en glucosa. Ese cofactor fue el primer nucleótido azúcar descubierto y se llamó uridina difosfato glucosa, más conocido como UDPG. Los datos acumulados hasta el día de hoy indican que la mayoría de los polisacáridos, que en sorprendente variedad existen en la naturaleza, se sintetizan todos a partir de los nucleótidos azúcares descubiertos por Leloir, Cardini y colaboradores.
En 1960, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas instituyó el Premio Weissman a la investigación científica. En ese entonces el presidente del CONICET, doctor Bernardo Houssay, se refirió a él: “El premio se adjudica al doctor Carlos Eugenio Cardini, por los importantes descubrimientos originales que ha realizado en el campo de la bioquímica. Entre sus trabajos más sobresalientes figuran el descubrimiento de la coenzima de la fosfoglucomutasa, la transformación enzimática de la galactosa en glucosa, el aislamiento de la uridina difosfato glucosa, la biosíntesis de la glucosamina, la biosíntesis de la sacarosa, la biosíntesis del glucógeno, la biosíntesis de los glúcidos y la biosíntesis del almidón. Estos brillantes estudios originales lo colocan en alto rango entre los bioquímicos argentinos. Además de su labor original propia ha guiado y dirigido a muchos jóvenes graduados”.
En 1966 se designó al doctor Cardini Profesor Titular Plenario con dedicación exclusiva en el Departamento de Química Biológica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales y en 1969 fue designado Director de dicho Departamento. En unos pocos años organizó más de una decena de cátedras nuevas convirtiendo a ese departamento docente en uno de los más dinámicos de la Facultad. Su metodología para desarrollar la docencia universitaria en referencia a la investigación científica, según él lo mencionara, era: “Aplicar o inventar métodos de participación activa de los alumnos a fin de desarrollar su capacidad crítica, su espíritu de originalidad, su capacidad de plantearse problemas y resolverlos y de acceder a la literatura científica original”.
Aunque su desaparición física ocurrió el 10 de agosto de 1992, sus aportes al conocimiento, sus obras y su ejemplo de conducta quedarán para la posteridad iluminando el camino correcto para las generaciones futuras.