24 Nov 2020
Premio internacional para científica del Instituto Leloir
La organización sin fines de lucro “eLife”, fundada en 2011 por tres prestigiosas instituciones científicas de Estados Unidos, Alemania y el Reino Unido, distinguió a Daiana Capdevila, científica de la Fundación Instituto Leloir (FIL) que estudia la resistencia de bacterias a los antibióticos y al sistema inmune. Su línea de investigación busca contribuir con el desarrollo de terapias antimicrobianas innovadoras.
Hace tan solo unos días Capdevila, jefa del Laboratorio Fisicoquímica de Enfermedades Infecciosas en la FIL, recibió el Premio Nacional L’Oréal-UNESCO “Por las Mujeres en la Ciencia” en la categoría Beca por un proyecto que apunta a monitorear la calidad del agua que consumen los habitantes de la Cuenca Matanza- Riachuelo.
Ahora le concedieron un premio internacional por sus estudios de ciencia básica que buscan aportar al desarrollo futuro de terapias eficaces contra las bacterias multirresistentes a antibióticos. Fue distinguida con el Premio Ben Barres que otorga “eLife”, una organización sin fines de lucro fundada en 2011 por el Instituto Médico Howard Hughes (HHMI, según sus siglas en inglés), de Estados Unidos, la Sociedad Max Planck, de Alemania, y el Wellcome Trust, del Reino Unido.
La distinción brinda fondos para investigación y tiene como objetivo “crear un ambiente más inclusivo en las ciencias”, dando visibilidad y generando oportunidades de colaboración a científicos que hayan obtenido resultados relevantes y pertenezcan a grupos subrepresentados, como mujeres, personas que integran minorías étnicas o científicos de países donde los recursos son limitados.
“Recibir este premio es una gran alegría porque supone recursos necesarios para hacer más experimentos e impulsar así nuestra línea de investigación”, afirma Capdevila, también investigadora del CONICET. Y agrega: “El Premio Ben Barres refleja lo que creo que es necesario en ciencia: valorar los desarrollos no como cosas en el vacío sino como el producto del esfuerzo colectivo en un contexto que plantea dificultades particulares”.
Uno de los requisitos para postular al premio es haber publicado un avance científico relevante en “eLife”, una revista de acceso abierto y altos estándares de calidad cuyo editor en jefe fue, hasta 2019, el premio Nobel Randy Schekman, y quien fue sucedido en el cargo por Michael Eisen, investigador de la Universidad de California y del HHMI.
En 2018, Capdevila y colegas publicaron un trabajo en esa revista que describe cambios a nivel atómico que ocurren en una proteína llamada AdcR presente en el neumococo (Streptococcus pneumoniae), un patógeno que figura en la lista de prioridades de la Organización Mundial de la Salud para el desarrollo de nuevos fármacos. Causa infecciones del oído y sinusitis hasta neumonías y meningitis: dos de las principales causas de morbilidad y mortalidad en niños y adultos mayores.
La proteína AdcR integra la lista de los llamados represores de resistencia a múltiples antibióticos del neumococo (MarR por sus siglas en ingles) que son los sensores que le avisan a la bacteria que está en peligro. En particular, muchos detectan presencia de antibióticos y le permiten a la bacteria poner en marcha la resistencia. En el caso de AdcR detecta la falta de zinc.
El zinc es un metal presente en el medio celular que la bacteria usa como nutriente. Si las concentraciones son altas, el patógeno puede intoxicarse, pero si falta no puede sobrevivir. “La proteína AdcR le permite alcanzar un balance entre ambos extremos”, explica Capdevila quien es doctora en química egresada de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales.
Entender las bases moleculares de cómo las bacterias aprenden a resistir la alternancia entre hambruna e intoxicación que sufren en el cuerpo humano permite pensar en nuevas estrategias que no maten a todas las bacterias sino que restrinjan el crecimiento de las más patogénicas. “De hecho, es una estrategia muy explotada por nuestro sistema inmune, que intoxica a las bacterias con muchos metales y restringe la disponibilidad de otros que pueden favorecer su multiplicación”, explicó Capdevila.
“Nuestro enfoque es tratar de entender desde una perspectiva de la biofísica cómo pequeños cambios en la posición y el movimiento de los átomos en algunas moléculas permiten que las bacterias adquieran esa resistencia y a partir de ese conocimiento desarrollar nuevas estrategias antimicrobianas”, indica Capdevila quien puso en marcha su laboratorio en la FIL en 2019 tras una estadía postdoctoral en la Universidad de Indiana, en Estados Unidos.
Hace tan solo unos días Capdevila, jefa del Laboratorio Fisicoquímica de Enfermedades Infecciosas en la FIL, recibió el Premio Nacional L’Oréal-UNESCO “Por las Mujeres en la Ciencia” en la categoría Beca por un proyecto que apunta a monitorear la calidad del agua que consumen los habitantes de la Cuenca Matanza- Riachuelo.
Ahora le concedieron un premio internacional por sus estudios de ciencia básica que buscan aportar al desarrollo futuro de terapias eficaces contra las bacterias multirresistentes a antibióticos. Fue distinguida con el Premio Ben Barres que otorga “eLife”, una organización sin fines de lucro fundada en 2011 por el Instituto Médico Howard Hughes (HHMI, según sus siglas en inglés), de Estados Unidos, la Sociedad Max Planck, de Alemania, y el Wellcome Trust, del Reino Unido.
La distinción brinda fondos para investigación y tiene como objetivo “crear un ambiente más inclusivo en las ciencias”, dando visibilidad y generando oportunidades de colaboración a científicos que hayan obtenido resultados relevantes y pertenezcan a grupos subrepresentados, como mujeres, personas que integran minorías étnicas o científicos de países donde los recursos son limitados.
“Recibir este premio es una gran alegría porque supone recursos necesarios para hacer más experimentos e impulsar así nuestra línea de investigación”, afirma Capdevila, también investigadora del CONICET. Y agrega: “El Premio Ben Barres refleja lo que creo que es necesario en ciencia: valorar los desarrollos no como cosas en el vacío sino como el producto del esfuerzo colectivo en un contexto que plantea dificultades particulares”.
Uno de los requisitos para postular al premio es haber publicado un avance científico relevante en “eLife”, una revista de acceso abierto y altos estándares de calidad cuyo editor en jefe fue, hasta 2019, el premio Nobel Randy Schekman, y quien fue sucedido en el cargo por Michael Eisen, investigador de la Universidad de California y del HHMI.
En 2018, Capdevila y colegas publicaron un trabajo en esa revista que describe cambios a nivel atómico que ocurren en una proteína llamada AdcR presente en el neumococo (Streptococcus pneumoniae), un patógeno que figura en la lista de prioridades de la Organización Mundial de la Salud para el desarrollo de nuevos fármacos. Causa infecciones del oído y sinusitis hasta neumonías y meningitis: dos de las principales causas de morbilidad y mortalidad en niños y adultos mayores.
La proteína AdcR integra la lista de los llamados represores de resistencia a múltiples antibióticos del neumococo (MarR por sus siglas en ingles) que son los sensores que le avisan a la bacteria que está en peligro. En particular, muchos detectan presencia de antibióticos y le permiten a la bacteria poner en marcha la resistencia. En el caso de AdcR detecta la falta de zinc.
El zinc es un metal presente en el medio celular que la bacteria usa como nutriente. Si las concentraciones son altas, el patógeno puede intoxicarse, pero si falta no puede sobrevivir. “La proteína AdcR le permite alcanzar un balance entre ambos extremos”, explica Capdevila quien es doctora en química egresada de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales.
Entender las bases moleculares de cómo las bacterias aprenden a resistir la alternancia entre hambruna e intoxicación que sufren en el cuerpo humano permite pensar en nuevas estrategias que no maten a todas las bacterias sino que restrinjan el crecimiento de las más patogénicas. “De hecho, es una estrategia muy explotada por nuestro sistema inmune, que intoxica a las bacterias con muchos metales y restringe la disponibilidad de otros que pueden favorecer su multiplicación”, explicó Capdevila.
“Nuestro enfoque es tratar de entender desde una perspectiva de la biofísica cómo pequeños cambios en la posición y el movimiento de los átomos en algunas moléculas permiten que las bacterias adquieran esa resistencia y a partir de ese conocimiento desarrollar nuevas estrategias antimicrobianas”, indica Capdevila quien puso en marcha su laboratorio en la FIL en 2019 tras una estadía postdoctoral en la Universidad de Indiana, en Estados Unidos.