25 Abr 2025

“En el laboratorio hay que tener paciencia y trabajar sobre lo desconocido; en la montaña todo es intenso y tangible, y hay que resolver rápido porque si no te caés”

Investigador de nuestro Laboratorio de Terapias Regenerativas y Protectoras del Sistema Nervioso Central, Juan Cruz Casabona divide su tiempo entre la reprogramación celular y actividades de escalada. En el marco del festejo por los 75 años del Centro Andino Buenos Aires, el cual preside ad honorem, prepara una exhibición sobre Guillermo Vieiro, uno de los grandes montañistas argentinos.

Juan Cruz Casabona junto a la mochila de Guillermo Vieiro, recuperada luego de 40 años en la montaña.

“Hay mucha gente de las ciencias duras en la escalada. La montaña es algo extremadamente real y la ciencia es bastante abstracta. En el laboratorio hay que tener mucha paciencia y trabajar sobre lo desconocido; en la montaña todo es muy intenso y tangible, y hay que resolver rápido porque si no te caés”. Así compara sus dos pasiones Juan Cruz Casabona, investigador de nuestro Laboratorio de Terapias Regenerativas y Protectoras del Sistema Nervioso Central que, en su tiempo libre, dirige ad honorem el Centro Andino Buenos Aires (CABA), una de las principales entidades dedicadas a difundir el montañismo en el país.

Justamente, en el marco de los 75 años de la fundación del CABA, Casabona y varios colaboradores preparan una muestra de antología sobre Guillermo Vieiro, célebre andinista argentino cuya historia se reavivó este año, tras la expedición que logró rescatar parte de sus pertenencias abandonadas durante 40 años en el volcán Tupungato. La exhibición, que tendrá como broche de oro la presencia de la mochila recién recuperada de Vieiro, se realizará en la sede del CABA (Av. Rivadavia 1255) el sábado 26 de abril.

Oriundo de Quilmes, durante casi tres años Casabona estudió al mismo tiempo Ingeniería Civil en la Universidad de Buenos Aires (UBA) e Ingeniería Genética en la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). Pero finalmente decidió dejar a un lado el mandato familiar hacia la construcción, se focalizó en la carrera científica y se recibió de licenciado en Biotecnología. “Cuando descubrí que quería hacer investigación supe que tenía que apuntar a un promedio muy alto, así que los dos últimos años dejé de lado absolutamente todo, hasta los vínculos con mis amigos, para estudiar. Fue lo que me permitió obtener una beca de Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (I+D+ i) y luego del CONICET, y comenzar a hacer ciencia”, rememora.

Cuando estaba terminando la tesina de grado, su codirector le comentó que el fin de semana iría a una pared de escalada en Tigre. Y decidió acompañarlo. “Quedé alucinado con la experiencia e inmediatamente compré equipo para escalar”, cuenta. Después de haber estudiado tan intensamente, le sobraba tiempo y pudo dedicarse con entusiasmo a este nuevo deporte.

Fue así que conoció la Palestra Nacional de Andinismo, la infraestructura de roca y concreto para la escalada más grande de América latina, ubicada en el barrio de Núñez y a cargo del Centro Andino desde su creación, a principios de la década del ’80. Y comenzó a involucrarse en distintas actividades e incluso a generar cambios dentro de la institución, como darle más impulso al tema de la escalada deportiva, que es una disciplina dentro del montañismo.

“Desde muy chico siempre me gustaron la montaña y la bicicleta, pero nunca se me había dado por escalar”, explica Casabona, quien con el tiempo fomentó el surgimiento en el país de una disciplina que consiste en hacer viajes largos en bicicleta por la montaña (busca el punto que permite acceder a sitios a los que no se puede llegar en vehículos, pero sin tener que bajarse y empujar el rodado). Él, por ejemplo, recorrió los Balcanes y Europa del este casi sin dejar de pedalear, además de unir Europa con Singapur a través de los Himalayas.

“Siempre digo que mi formación de montañista fue todavía más larga que mi formación académica; obtener el título de doctor en virología molecular me tomó seis años, pero el de instructor de andinismo me llevó como 10”, asegura el científico. Y añade: “Creo que escalar podría equipararse a lo que es meditar, porque uno se aísla de lo que lo rodea y se focaliza mucho en su objeto de estudio que, en este caso, es la pared que se tiene enfrente. La montaña es un lugar súper abierto, en contacto con la naturaleza. Todo lo contrario de un laboratorio”.
 

Juntos a la par

Como investigador, Casabona empezó con una beca de iniciación de la Agencia I+D+i en el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez y luego siguió su doctorado bajo la dirección de la viróloga Nora López, en el Centro de Virología Humana y Animal (CEVHAN). En paralelo, avanzaba su pasión por la montaña y la escalada alpina y deportiva. Cuando terminó su doctorado, se tomó un año “sabático” para viajar y al regreso comenzó a trabajar en el laboratorio que dirige Fernando Pitossi en nuestra Fundación, con quien hizo el posdoctorado.

Al Centro Andino entró como un escalador más, pero vio que había lugar para avanzar con diferentes proyectos y empezó a colaborar en la biblioteca y la página web. Y comenzó la carrera interna para ser aspirante a instructor, instructor y finalmente coordinador de diversos cursos (roca, hielo, etc.). “Los fines de semana, las vacaciones y todo mi tiempo libre pasaron a ser del club”, enfatiza. Así fue que le propusieron formar parte de la comisión directiva como vocal.

Durante la pandemia, la institución atravesó una situación complicada que provocó un cambio de paradigma. La comisión directiva previa sufrió una gran renovación y Casabona primero fue tesorero y desde hace un año y medio es su presidente.

Si bien él no conoció personalmente a Guillermo Vieiro, sí sabía que era un prócer del montañismo argentino y un referente del Centro Andino, que había muerto en 1985 haciendo la primera cumbre en el volcán Tupungato por una “vía difícil”. En su faceta de profesor del CABA, el científico escalador tuvo como alumna a Azul, una de las hijas de Vieiro, que a pesar de que era muy chica cuando su padre murió, siempre quiso acercarse a la pasión de su padre. Guadalupe, la otra hija, se mudó a Bariloche y se dedicó a la escalada en forma casi profesional.

Las pertenencias de Vieiro, antes de que las descendieran del volcán Tupungato (Foto: gentileza Gabriela Cavallaro- Javier Gutiérrez).

Cuando el año pasado una guía mendocina que estaba guiando a sus clientes en el Tupungato informó sobre el hallazgo de la mochila de Vieiro (la ruta que le costó la vida en los ‘80 no se volvió a realizar porque es muy difícil y peligrosa), sus hijas no dudaron en organizar una expedición para ir a rescatarla. Para eso recurrieron al apoyo de múltiples instituciones, entre ellas el CABA. Y en febrero pasado se sorprendieron al encontrarla intacta, con las pertenencias de su padre en su interior y varios rollos de películas en Súper 8 que contienen imágenes de su llegada a la cumbre del volcán.

El sábado 26 de abril a partir de las 15:00, en el marco del 75 aniversario del CABA, y como una forma de homenajear la memoria del célebre andinista argentino y el vínculo estrecho que lo unió a ese club, la mochila será exhibida en una muestra temporal de antología en la sede de la institución que Guillermo Vieiro ayudó a dar forma y que hoy dirige un científico apasionado por la montaña.