06 Jul 2023
La planta “estrella” en investigaciones de laboratorio tuvo su primer simposio internacional con foco en el Sur Global
Con el impulso de nuestro jefe del Laboratorio de Bases Moleculares del Desarrollo Vegetal, José Manuel Estévez, y de Gabriela Auge, del IABIMO (INTA-CONICET), se realizó el primer encuentro internacional sobre el trabajo con Arabidopsis thaliana en países de la “periferia”. Fue en Japón, en el marco de la ICAR 2023.
Por primera vez en sus 33 años de existencia, la “Conferencia Internacional sobre Investigación en Arabidopsis” (ICAR, por sus siglas en inglés), celebrada este año en Japón, tuvo un simposio exclusivo sobre los avances realizados en los países del Sur global a partir de este modelo de plantas, el más utilizado en biología vegetal. Un logro que fue posible gracias al impulso de los argentinos Gabriela Auge, a cargo del Laboratorio de Memoria Ambiental en Plantas en el Instituto de Agrotecnología y Biología Molecular (IABIMO), que depende del INTA y el CONICET, y José Manuel Estévez, jefe del Laboratorio de Bases Moleculares del Desarrollo Vegetal de la Fundación Instituto Leloir (FIL). Fueron ellos los que plantearon la necesidad de este espacio a los organizadores y quienes consiguieron el apoyo económico de las revistas más prestigiosas del área para poder concretarlo.
“Si uno analiza los papers que se publican sobre plantas, la mayoría de los autores son del hemisferio norte. Con las colaboraciones científicas pasa algo parecido: casi todas ocurren entre norte-norte; hay pocas norte-sur y casi ninguna sur-sur”, explicó Estévez, quien mencionó una de las barreras de los investigadores de este lado del planeta para contar lo que hacen en los encuentros internacionales: no suelen ser invitados a participar o, si los invitan, muchas veces no tienen cómo afrontar los costos.
“La idea del simposio fue visibilizar esta situación, porque si no se producen problemas de diversidad: pareciera que la ciencia internacional es sólo la realizada en los institutos de Europa, Estados Unidos y en algunos de China, cuando, en realidad, hay gente muy buena haciendo cosas interesantes en todo el mundo”, resaltó el científico que, además, dio una charla plenaria sobre su trabajo en la FIL acerca del desarrollo de plantas superadaptables.
La Arabidospis thaliana es para el estudio de las plantas lo mismo que el ratón para la investigación en enfermedades humanas. “Se la empieza a estudiar en forma intensiva en el año 2000, una vez que se obtuvo su genoma. Tiene tantas herramientas genéticas, y es tan útil y amplio lo que podemos hacer con ella, que nos permite contestar las preguntas que nos hacemos de forma rápida y detallada”, señaló Estévez. El investigador que trabaja sobre los mecanismos moleculares de adaptación de las raíces a las condiciones adveras del ambiente añadió que, luego, pueden trasladar lo visto en Arabidopsis a cultivos de interés agronómico como maíz, trigo o soja.
Apuesta a futuro
Una vez que los organizadores de la ICAR mostraron su interés por incluir el simposio a la agenda, Estévez y Auge consiguieron el apoyo económico de revistas como The Plant Cell, New Pytologyst, eLife, Communications Biology y el Journal of Experimental Botany. Y armaron el programa tras una minuciosa búsqueda de posibles invitados. Así, los investigadores Ravi Maruthachalam y Rahul Valappil Puthal (India), Rob Ingle (Sudáfrica), Pamela Carlson (Brasil), José Miguel Álvarez (Chile), Sridevi Sureshkunar (Australia) y Ruth Cookson (Nueva Zelanda), pudieron contar lo que están haciendo en sus laboratorios de la “periferia” de los grandes centros del primer mundo.
“A nivel científico los y las disertantes fueron fantásticos. Se comprometieron con el simposio y dieron unas presentaciones espectaculares; incluso los estudiantes de doctorado, para quienes era una de sus primeras experiencias en una conferencia internacional”, resaltó Auge, que investiga en el INTA cómo las plantas responden a los cambios ambientales y los mecanismos detrás de esas respuestas, y que también brindó una charla plenaria durante el encuentro internacional.
Tanto ella como Estévez están muy satisfechos por esta primera vez, pero aspiran a que pueda convertirse en algo permanente para que siempre haya un espacio que brinde representatividad a la ciencia del Sur global. “Fue un primer paso muy importante. Nos gustaría que ICAR lo incorpore en su agenda. Ese sería un objetivo a mediano plazo. Además, creo que hay que buscar que se instalen programas a nivel gubernamental para lograr continuidad y darle más fuerza a las colaboraciones sur-sur y que podamos empezar a establecer redes”, señaló Estévez.
“Si uno analiza los papers que se publican sobre plantas, la mayoría de los autores son del hemisferio norte. Con las colaboraciones científicas pasa algo parecido: casi todas ocurren entre norte-norte; hay pocas norte-sur y casi ninguna sur-sur”, explicó Estévez, quien mencionó una de las barreras de los investigadores de este lado del planeta para contar lo que hacen en los encuentros internacionales: no suelen ser invitados a participar o, si los invitan, muchas veces no tienen cómo afrontar los costos.
“La idea del simposio fue visibilizar esta situación, porque si no se producen problemas de diversidad: pareciera que la ciencia internacional es sólo la realizada en los institutos de Europa, Estados Unidos y en algunos de China, cuando, en realidad, hay gente muy buena haciendo cosas interesantes en todo el mundo”, resaltó el científico que, además, dio una charla plenaria sobre su trabajo en la FIL acerca del desarrollo de plantas superadaptables.
La Arabidospis thaliana es para el estudio de las plantas lo mismo que el ratón para la investigación en enfermedades humanas. “Se la empieza a estudiar en forma intensiva en el año 2000, una vez que se obtuvo su genoma. Tiene tantas herramientas genéticas, y es tan útil y amplio lo que podemos hacer con ella, que nos permite contestar las preguntas que nos hacemos de forma rápida y detallada”, señaló Estévez. El investigador que trabaja sobre los mecanismos moleculares de adaptación de las raíces a las condiciones adveras del ambiente añadió que, luego, pueden trasladar lo visto en Arabidopsis a cultivos de interés agronómico como maíz, trigo o soja.
Apuesta a futuro
Una vez que los organizadores de la ICAR mostraron su interés por incluir el simposio a la agenda, Estévez y Auge consiguieron el apoyo económico de revistas como The Plant Cell, New Pytologyst, eLife, Communications Biology y el Journal of Experimental Botany. Y armaron el programa tras una minuciosa búsqueda de posibles invitados. Así, los investigadores Ravi Maruthachalam y Rahul Valappil Puthal (India), Rob Ingle (Sudáfrica), Pamela Carlson (Brasil), José Miguel Álvarez (Chile), Sridevi Sureshkunar (Australia) y Ruth Cookson (Nueva Zelanda), pudieron contar lo que están haciendo en sus laboratorios de la “periferia” de los grandes centros del primer mundo.
“A nivel científico los y las disertantes fueron fantásticos. Se comprometieron con el simposio y dieron unas presentaciones espectaculares; incluso los estudiantes de doctorado, para quienes era una de sus primeras experiencias en una conferencia internacional”, resaltó Auge, que investiga en el INTA cómo las plantas responden a los cambios ambientales y los mecanismos detrás de esas respuestas, y que también brindó una charla plenaria durante el encuentro internacional.
Tanto ella como Estévez están muy satisfechos por esta primera vez, pero aspiran a que pueda convertirse en algo permanente para que siempre haya un espacio que brinde representatividad a la ciencia del Sur global. “Fue un primer paso muy importante. Nos gustaría que ICAR lo incorpore en su agenda. Ese sería un objetivo a mediano plazo. Además, creo que hay que buscar que se instalen programas a nivel gubernamental para lograr continuidad y darle más fuerza a las colaboraciones sur-sur y que podamos empezar a establecer redes”, señaló Estévez.
“Sería bueno que este tipo de simposio se mantenga en el tiempo, así como otras actividades de diversidad, equidad e inclusión porque claramente los investigadores del Sur global estamos subrepresentados en las conferencias internacionales”, aseguró por su parte Auge, que reconoció que no será fácil realizarlo anualmente, aunque espera que se le pueda dar continuidad cada dos años. Y concluyó: “Después del simposio quedó una sensación de comunidad muy grande, algo que considero sumamente importante de destacar y continuar”.