16 Oct 2021

El Instituto Leloir en el Día Mundial de la Alimentación

En el marco de esta de esta fecha que se celebra cada 16 de octubre para concientizar sobre la importancia de garantizar la seguridad alimentaria de la población mundial, el Dr. Pablo Cerdan nos cuenta sobre sus líneas de investigación que se desarrollan en el Instituto Leloir para contribuir con ese objetivo.



La ONU estableció la meta de garantizar la nutrición para más de 9 mil millones de personas para el año 2050 y para lograr ese objetivo resulta crucial aumentar la producción de alimentos.

“Las plantas constituyen la fuente de más del 80 por ciento de los alimentos que comemos. Por tal motivo es necesario mejorar el rendimiento de los cultivos. Nuestro grupo en particular realiza estudios que apuntan a contribuir con ese objetivo y cooperar de ese modo con la seguridad alimentaria”, indicó el doctor en Química Pablo Cerdán, jefe del Laboratorio de Biología Molecular de Plantas de la Fundación Instituto Leloir.

Cerdán también es investigador independiente del CONICET, profesor asociado de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y de 1999 a 2003 realizó su posdoctorado en el prestigioso Instituto Salk de Estudios Biológicos con sede en San Diego, California, en Estados Unidos.  En la siguiente entrevista con la Agencia CyTA, el científico de la FIL describe sus proyectos, objetivos y logros alcanzados hasta ahora en el campo de la biología vegetal.

¿Qué proyectos de investigación están realizando en su laboratorio?

Con mi grupo realizamos estudios sobre el modo en que las plantas integran las variables luz y temperatura del ambiente circundante a fin de aclimatar su desarrollo y crecimiento a los cambios de los días y las estaciones. Hemos logrado determinar un grupo de genes que permiten en la planta Arabidopsis thaliana (modelo vegetal de estudio) articular esa información del ambiente para desplegar sus procesos de germinación, desarrollo y crecimiento. Estudiamos diferentes sensores de luz o fotorreceptores llamados  fitocromos que se encuentran en diversos tejidos vegetales. Uno de ellos, el fitocromo B, también opera como sensor de temperatura.

-¿Qué aplicaciones se pueden derivar de esta línea de investigación?

Los fitocromos le informan a las plantas sobre su ambiente lumínico. Contribuyen a determinar cuál es el largo del día, es decir, la cantidad de horas de luz a lo largo de 24 horas, o permiten la detección de plantas vecinas, que compiten por el recurso lumínico. Estos datos son procesados por la planta tanto para modular su desarrollo como para gatillas nuevos programas de desarrollo, como la floración. Mediante el conocimiento científico de cómo los genes de los fitocromos determinan en las plantas la percepción del tiempo y el paso de las estaciones se sientan bases para el desarrollo de cultivos que puedan reproducirse en otras latitudes así como también mejorar su rendimiento.

-¿Lograron saltar de estudios con Arabidopsis thaliana a un cultivo de relevancia para la producción?

Sí, los conocimientos adquiridos con este modelo vegetal abrieron caminos interesantes para mejorar la producción y calidad de la alfalfa, el principal cultivo forrajero de Argentina, empleado como alimento del ganado para la producción de carne y de leche. Con colegas de la empresa de biotecnología agrícola INDEAR-Bioceres  fuimos capaces de generar variedades de alfalfa de mayor calidad nutritiva y digestibilidad para el ganado.

-¿Cómo alcanzaron ese objetivo?

La calidad forrajera de la alfalfa es alta cuando la planta se encuentra en estado vegetativo y cae de forma abrupta cuando florece. Lo que nosotros hicimos fue identificar al gen MsFTa1 de alfalfa como un importante promotor de la floración. Acto seguido, desarrollamos plantas de alfalfa con este gen inhibido o “apagado” y lo que logramos fue retrasar la floración sin impedir que las plantas sigan creciendo y acumulando más biomasa de calidad nutritiva que las plantas que tienen ese gen expresado.

-¿En qué etapa se encuentra el proyecto?

Realizamos ensayos con las nuevas líneas de alfalfa en campos experimentales aprobados para este tipo de pruebas y los resultados fueron muy alentadores. El siguiente paso es transferir estas estrategias a variedades comerciales de uso en Argentina previo control de las autoridades regulatorias que examinan tras varios estudios que el cultivo sea seguro para el consumo humano y para el ambiente. Este es solo un ejemplo. Nuestros estudios de ciencia básica pueden servir para mejorar el rendimiento de otros cultivos de importancia alimentaria.

Además de diferentes áreas de biomedicina que apuntan al desarrollo de mejores diagnósticos y tratamientos para enfermedades neurodegenerativas, infecciosas y cáncer, en la FIL trabajan cuatro laboratorios de biología vegetal cuyas investigaciones han desarrollado conocimientos que podrían sentar bases para generar cultivos de mayor rendimiento y con capacidad de adaptarse al cambio climático. Sin la ayuda de la ciencia no será posible incrementar la producción de alimentos y garantizar la nutrición de la población mundial en creciente aumento. Apoyemos a la investigación.