09 Ago 2017
La Fundación Alexander von Humboldt de Alemania distingue a la Dra. Vanesa Gottifredi
Por su trayectoria, sus hallazgos y el impacto que tendrán en el futuro sus líneas de investigación centradas en la identificación de estrategias de adaptación de las células malignas al ataque de la quimioterapia, la Fundación Alexander von Humboldt de Alemania ha otorgado el premio Friedrich Wilhelm Bessel a la doctora Vanesa Gottifredi, jefa del Laboratorio de Ciclo Celular y Estabilidad Genómica del Instituto de Investigaciones Bioquímicas de Buenos Aires (IIBBA), que depende de la Fundación Instituto Leloir y del CONICET.
La Fundación Alexander von Humboldt mantiene una red de más de 26.000 científicos en más de 140 países en todo el mundo, incluyendo 51 ganadores del Premio Nobel, y tiene su sede en Bonn, Alemania. El galardón está destinado a científicos extranjeros de demostrada trayectoria que se encuentren colaborando con colegas alemanes.
Gottifredi se graduó como química en la Universidad Nacional de Salta, obtuvo un doctorado en biología humana en la Universidad “La Sapienza” de Roma, Italia, y completó sus estudios posdoctorales en biología celular y cáncer en la Universidad de Columbia, Estados Unidos. Actualmente, está abocada a entender y anular los mecanismos de resistencia de los tumores a los tratamientos oncológicos.
El gran objetivo de la célula tumoral es dividirse, explica Gottifredi. Para hacerlo, cada célula debe copiar los dos metros de ADN que lleva empaquetado en su núcleo. La quimioterapia se basa en una gran idea: arruinar la calidad de ADN que debe ser copiado, de modo tal que la réplica sea tan mala que no contenga las instrucciones mínimas para generar una célula viva. Sin embargo, esta idea brillante se enfrenta a un cínico efecto colateral de la evolución: “La célula humana, para lidiar con agentes tóxicos como la radiación del sol, posee procesos que adaptan el copiado de ADN a moldes imperfectos. Y la célula tumoral, en muchos casos, aprovecha esos mecanismos logrando algunas copias que permiten la sobrevida de algunas células malignas y, después de un tiempo, vuelven a generar la enfermedad”, explica Gottifredi, quien en 2015 recibió uno de los cuatro “Premios Houssay” otorgados por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva.
Hace 20 años, los científicos ignoraban la existencia de estos mecanismos de defensa que utilizan tanto las células normales como las tumorales para hacer frente a eventos adversos. “Mi laboratorio, entre muchos otros, ha trabajado para contribuir a la comprensión de algunos aspectos de esa adaptación. Y hoy existen cientos de pruebas clínicas en las que se trata de arruinar esos procesos de adaptación, con algunos datos esperanzadores”, señala.
Por ejemplo, el laboratorio de Gottifredi ha indagado en el modo en que algunas proteínas afectan la “coreografía” de eventos que regulan la duplicación del ADN. E identificó una proteína que bloquea a enzimas que pueden copiar el material genético a partir de moldes lesionados, interfiriendo así con la duplicación y división de la célula tumoral.
“¿Es la única posible estrategia? Por supuesto que no. Pero cada investigador básico o clínico debe elegir el que considera su mejor lugar de batalla y tratar de entregar su más honesto y significativo avance a la sociedad”, subraya Gottifredi.
En esta línea, Gottifredi trabaja con la doctora Lisa Weissmuller, jefa del Departamento de Obstetricia y Ginecología en la Universidad de Ulm y líder en el campo de la identificación de biomarcadores de riesgo en cáncer. “Estamos estudiando funciones no conocidas de proteínas que ya se conocían y tratando de determinar su relevancia para la génesis tumoral”, destaca la científica del Instituto Leloir.
“El objetivo de investigaciones enmarcadas en este premio es producir conocimiento útil para la sociedad, y sugerir potenciales herramientas con capacidad de mejorar las terapias actuales. Es como una cadena de montaje. En general, un buen científico puede aspirar a ser un eslabón de esa cadena”, concluye Gottifredi
La Fundación Alexander von Humboldt mantiene una red de más de 26.000 científicos en más de 140 países en todo el mundo, incluyendo 51 ganadores del Premio Nobel, y tiene su sede en Bonn, Alemania. El galardón está destinado a científicos extranjeros de demostrada trayectoria que se encuentren colaborando con colegas alemanes.
Gottifredi se graduó como química en la Universidad Nacional de Salta, obtuvo un doctorado en biología humana en la Universidad “La Sapienza” de Roma, Italia, y completó sus estudios posdoctorales en biología celular y cáncer en la Universidad de Columbia, Estados Unidos. Actualmente, está abocada a entender y anular los mecanismos de resistencia de los tumores a los tratamientos oncológicos.
El gran objetivo de la célula tumoral es dividirse, explica Gottifredi. Para hacerlo, cada célula debe copiar los dos metros de ADN que lleva empaquetado en su núcleo. La quimioterapia se basa en una gran idea: arruinar la calidad de ADN que debe ser copiado, de modo tal que la réplica sea tan mala que no contenga las instrucciones mínimas para generar una célula viva. Sin embargo, esta idea brillante se enfrenta a un cínico efecto colateral de la evolución: “La célula humana, para lidiar con agentes tóxicos como la radiación del sol, posee procesos que adaptan el copiado de ADN a moldes imperfectos. Y la célula tumoral, en muchos casos, aprovecha esos mecanismos logrando algunas copias que permiten la sobrevida de algunas células malignas y, después de un tiempo, vuelven a generar la enfermedad”, explica Gottifredi, quien en 2015 recibió uno de los cuatro “Premios Houssay” otorgados por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva.
Hace 20 años, los científicos ignoraban la existencia de estos mecanismos de defensa que utilizan tanto las células normales como las tumorales para hacer frente a eventos adversos. “Mi laboratorio, entre muchos otros, ha trabajado para contribuir a la comprensión de algunos aspectos de esa adaptación. Y hoy existen cientos de pruebas clínicas en las que se trata de arruinar esos procesos de adaptación, con algunos datos esperanzadores”, señala.
Por ejemplo, el laboratorio de Gottifredi ha indagado en el modo en que algunas proteínas afectan la “coreografía” de eventos que regulan la duplicación del ADN. E identificó una proteína que bloquea a enzimas que pueden copiar el material genético a partir de moldes lesionados, interfiriendo así con la duplicación y división de la célula tumoral.
“¿Es la única posible estrategia? Por supuesto que no. Pero cada investigador básico o clínico debe elegir el que considera su mejor lugar de batalla y tratar de entregar su más honesto y significativo avance a la sociedad”, subraya Gottifredi.
En esta línea, Gottifredi trabaja con la doctora Lisa Weissmuller, jefa del Departamento de Obstetricia y Ginecología en la Universidad de Ulm y líder en el campo de la identificación de biomarcadores de riesgo en cáncer. “Estamos estudiando funciones no conocidas de proteínas que ya se conocían y tratando de determinar su relevancia para la génesis tumoral”, destaca la científica del Instituto Leloir.
“El objetivo de investigaciones enmarcadas en este premio es producir conocimiento útil para la sociedad, y sugerir potenciales herramientas con capacidad de mejorar las terapias actuales. Es como una cadena de montaje. En general, un buen científico puede aspirar a ser un eslabón de esa cadena”, concluye Gottifredi