La pasión es el motor de la investigación y el desarrollo
Así lo afirma Mauro Heitrich quien realiza su tesis de doctorado en la Fundación Instituto Leloir (FIL). Nació en 1991 en la ciudad de Juan José Castelli conocida como el “Portal del Impenetrable Chaqueño”, estudió la carrera de medicina y se volcó a la ciencia para mejorar el tratamiento del cáncer.
A temprana edad, Heitrich sintió interés por el conocimiento. “Acompañado por docentes que incentivaron mi interés por investigar, participé en ferias de ciencia, espacios realmente increíbles en los que las vocaciones afloran”, afirma.
De su ciudad natal, en el noroeste de la Provincia del Chaco, Heitrich se encaminó a la ciudad de Corrientes para estudiar Medicina en la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE). Durante un breve periodo de tiempo se desempeñó en el ámbito asistencial en salud pública en un Hospital de esa ciudad, y en otras instituciones sanitarias. “Apenas inicié la carrera de medicina, volqué mi interés hacia la Biología Molecular y Celular. Comenzar a profundizar en los mecanismos oncológicos fue una explosión de ideas”, afirma.
Además de llevar adelante tareas como médico, Heitrich comenzó a involucrarse en tareas de investigación en la Cátedra de Bioquímica de la Facultad de Medicina de la UNNE. “Así, muy lentamente fui incursionando en ciencia, y trabajando en equipo con bioquímicos, biólogos, y otros profesionales, descubrí que la pasión es el motor de la investigación y el desarrollo”.
Ahora, en el laboratorio del doctor Osvaldo Podhajcer en la FIL, Heitrich desarrolla investigaciones que apuntan a desarrollar tratamientos más eficaces contra el cáncer.
Actualmente hay varios frentes de batalla para abordar los diferentes tumores: la quimio, la hormono y la inmunoterapia, así como las terapias de precisión basadas en anticuerpos monoclonales dirigidos, pero en algunos casos son de acción moderada y tienen efectos secundarios. “Esto plantea la necesidad de tratamientos noveles que permitan avanzar de manera eficaz en el manejo de una entidad tan compleja como es el cáncer”, destacó Heitrich.
El laboratorio, en el que se forma Heitrich, desarrolla virus oncolíticos terapéuticos que se prueban en modelos preclínicos. Esta tecnología se basa en la modificación genética del virus del resfrío común para lograr que alcance y reconozca específicamente el tejido tumoral y una vez que ingrese en su interior, se multiplique, lo destruya sin dañar tejido sano y además active el sistema inmune contra el tumor residual. “Sin embargo en la actualidad se plantean inconvenientes en el uso directo de los virus oncolíticos, debido a que apenas son administrados el sistema inmune los neutraliza reduciendo así su efecto terapéutico”, explica el joven doctorando. Y agrega que su línea de trabajo apunta a resolver esa problemática.
Para ello, Heitrich está probando el uso de células que puedan transportar y “enmascarar” la carga de estos virus para evadir el sistema inmune y llegar así de manera eficiente al tumor encapsulado o a su metástasis. “Para ello utilizamos Células Madre Mesenquimales. En la actualidad estamos realizando experimentos para mejorar su desempeño en modelos de investigación para cáncer colorrectal, de páncreas, melanoma, de mama, ginecológicos y otros tumores”, agregó.
Para Heitrich, el médico que convive con el paciente y sus familiares no es muy distinto, en esencia, a aquellos que desde un laboratorio procuran entender los mecanismos de una enfermedad y brindar respuestas. “Independientemente del rol en salud que llevemos adelante, a todos nos compromete por igual, porque en el cáncer no encontramos una ‘célula de cultivo’ o el número de una cama de internación, en el cáncer encontramos a un familiar, a un amigo o a nosotros mismos”, asegura. Y concluye: “Todos somos partes de un objetivo común: velar por el bienestar social”.